Sumando deudas I
Lo que el norte le debe al sur
El debate por la legalidad y legitimidad de la deuda externa de los países en vía de desarrollo dio lugar a que diversas organizaciones y académicos idearan el concepto de deuda ecológica, que refiere a la utilización irracional de los recursos naturales de los países sur para poder afrontar los vencimientos de los intereses de su deuda con el norte. Asimismo, muchos suman el vaciamiento que hubo durante los años coloniales y el daño que provoca el consumo extremo y las emisiones de carbono de los países desarrollados en el medio ambiente. Sin embargo hoy, el mundo entero sufre las consecuencias de este uso indiscriminado de recursos.
Walter Alberto Pengue, doctor en Agroecología y autor del artículo de Le Monde Diplomatique, “Comercio desigual y ‘deuda ecológica’: Lo que el Norte le debe al Sur” (2002), sostuvo que este concepto “sigue vigente porque el calentamiento global ni afectará a todos por igual, ni a todas las economías de la misma manera”.
En esta línea, Antonio Elio Brailovsky, autor de Historia ecológica de Latinoamérica, declaró que la concepción de la deuda ecológica “se mantiene porque todavía no se ha hecho nada para solucionarla y porque el cambio climático actual se originó, casi en su totalidad, a raíz de las emisiones del Norte”.
Así, Virginia Toledo, tesista de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA), opinó que, aunque es válida la postulación de la idea, “no exime de responsabilidades a los países en vías de desarrollo, ni les da el derecho a imitar modelos de producción y consumo que hoy en día se muestran contaminantes y perjudiciales para la vida”.
Mirka Seitz, doctora en Relaciones Internacionales y profesora de Políticas Exteriores Latinoamericanas Comparadas de la Universidad del Salvador, fue mucho más crítica con esta hipótesis, si bien suscribe a ella. “Esto es algo que el activismo de los países sur ha construido pero los países del norte no han reconocido y no tienen la intención de hacerlo. Por lo pronto, debe redimensionarse. Hay que diferenciar a los autores locales del daño y a los globales. En nuestros países sobran miserables que destruyen el medio ambiente con mucho entusiasmo. Decir que los del norte le deben a los del sur, es ubicarse en el rol de víctimas pasivas”, expuso.
Sobre esto, Pengue puntualizó que “lo que se plantea desde los países en vías de desarrollo es que se reconozca esa deuda como una forma de desacelerar esta manera de producir y así poder cambiarla. Y esto está muy relacionado con la conciencia de la gente y su educación ambiental”.
Según Seitz, “la única posibilidad de tener una política que beneficie a los países del sur, sería una política general (global) respecto del cambio climático y de la contaminación ambiental, además de comenzar a operar concretamente. En general, América Latina es muy proclive a tratar la agenda medioambiental, pero lo que preocupa de la región es el nivel local, es decir, la falta de controles y reparación de daños”.
El debate por la legalidad y legitimidad de la deuda externa de los países en vía de desarrollo dio lugar a que diversas organizaciones y académicos idearan el concepto de deuda ecológica, que refiere a la utilización irracional de los recursos naturales de los países sur para poder afrontar los vencimientos de los intereses de su deuda con el norte. Asimismo, muchos suman el vaciamiento que hubo durante los años coloniales y el daño que provoca el consumo extremo y las emisiones de carbono de los países desarrollados en el medio ambiente. Sin embargo hoy, el mundo entero sufre las consecuencias de este uso indiscriminado de recursos.
Walter Alberto Pengue, doctor en Agroecología y autor del artículo de Le Monde Diplomatique, “Comercio desigual y ‘deuda ecológica’: Lo que el Norte le debe al Sur” (2002), sostuvo que este concepto “sigue vigente porque el calentamiento global ni afectará a todos por igual, ni a todas las economías de la misma manera”.
En esta línea, Antonio Elio Brailovsky, autor de Historia ecológica de Latinoamérica, declaró que la concepción de la deuda ecológica “se mantiene porque todavía no se ha hecho nada para solucionarla y porque el cambio climático actual se originó, casi en su totalidad, a raíz de las emisiones del Norte”.
Así, Virginia Toledo, tesista de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA), opinó que, aunque es válida la postulación de la idea, “no exime de responsabilidades a los países en vías de desarrollo, ni les da el derecho a imitar modelos de producción y consumo que hoy en día se muestran contaminantes y perjudiciales para la vida”.
Mirka Seitz, doctora en Relaciones Internacionales y profesora de Políticas Exteriores Latinoamericanas Comparadas de la Universidad del Salvador, fue mucho más crítica con esta hipótesis, si bien suscribe a ella. “Esto es algo que el activismo de los países sur ha construido pero los países del norte no han reconocido y no tienen la intención de hacerlo. Por lo pronto, debe redimensionarse. Hay que diferenciar a los autores locales del daño y a los globales. En nuestros países sobran miserables que destruyen el medio ambiente con mucho entusiasmo. Decir que los del norte le deben a los del sur, es ubicarse en el rol de víctimas pasivas”, expuso.
Sobre esto, Pengue puntualizó que “lo que se plantea desde los países en vías de desarrollo es que se reconozca esa deuda como una forma de desacelerar esta manera de producir y así poder cambiarla. Y esto está muy relacionado con la conciencia de la gente y su educación ambiental”.
Según Seitz, “la única posibilidad de tener una política que beneficie a los países del sur, sería una política general (global) respecto del cambio climático y de la contaminación ambiental, además de comenzar a operar concretamente. En general, América Latina es muy proclive a tratar la agenda medioambiental, pero lo que preocupa de la región es el nivel local, es decir, la falta de controles y reparación de daños”.
Etiquetas: Deuda, Ecología, Paula Eugenia Donadío
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